Primera semana del reto… ¡Superada! 🎉
De hecho, a mi me parece que han pasado más de siete días, pero no, que lo tengo todo muy bien anotado en mi google sheets.
Deja que te cuente qué tal esta primera semana donde el tema protagonista ha sido la atención plena.
Pues no. Han aparecido días en los que no me apetecía meditar, en los que mi mente me decía «por un día no pasa nada», pero ahí iba a mi regla de «sí, sí pasa». Ha habido días en los que ha sido una eterna lucha para no quedarme dormida, o un buen chaparrón de pensamientos… No, no ha sido fácil.
Mira, me encantaría decirte que sí, que ya voy flotando por la vida, pero te mentiría. Ahora mismo no noto ningún cambio. Sé que los hay, pero yo no los percibo.
Y es que, como dice Nazareth Castellanos en su libro «El espejo del cerebro», una vez que empiezas a meditar las mejorías en el cerebro son casi inmediatas, en menos de una semana tu cerebro ya ha notado avances.
Como tema para la primera semana elegí Atención Plena, todo tiene su por qué, y es que me parecía lo más «fácil» para comenzar a meditar. Ser consciente de mis cinco sentidos, de mi cuerpo… Y, sobre todo, ver que esa atención plena la podía llevar a mi día a día en cualquier momento, sin tener que ponerme explícitamente a meditar.
Siguiendo con mi regla «póntelo fácil» los dos primeros días elegí meditaciones cortas, de tan solo 5 minutos, para demostrarme a mi misma que con poco tiempo también se podía meditar y conseguir grandes resultados.
El primer día esos 5 minutos se me hicieron como 100, venían muchísimos pensamientos a la cabeza y no les podía decir que no. De hecho era algo como «que no se me olvide esto para cuando acabe de meditar«.
Poco a poco esta semana subí hasta los 10 minutos meditando, y salvo un día, el resto se me han hecho eternos. Hay un momento en el que mi mente empieza a ser una niña sentada en el asiento de atrás de un coche preguntando todo el rato con voz chillona: «¿Cuánto queda para llegar?«
Este punto me da un poco de miedo, porque para las siguientes semanas he puesto aún más tiempo, y no sé si lo conseguiré, veremos.
Mira, si te tengo que dar un consejo ese es que busques tu propio espacio para meditar y no te muevas de él a poder ser. Sobre todo cuando estás intentando crearte el hábito.
Supongo que una vez que lo tengas ya podrás meditar en cualquier lugar y de cualquier forma.
Pero para empezar, cuida tu zona de meditación.
El primer día medite en una habitación en la que nunca suelo estar, sentada en una silla de escritorio, sí de esas con ruedas… ¡Fatal!
También ha habido varios días en los que he meditado en la cama por facilidad, y aunque lo hiciese sentada, sentía que no estaba bien en esa postura.
Sin embargo, los días que me he sentado en el suelo, cuidando mi espacio para meditar, ahí sí, mi cuerpo me daba las gracias, y mi propia mente se centraba más en ese momento meditativo.
Otra de las dificultades ha sido la postura. De hecho soy muy consciente de que durante todo el día tengo una muy mala postura corporal, no la suelo corregir porque mi cabeza esta a otras cosas y nunca piensa en ella.
Asique cuando me senté a meditar y coloque bien mi espalda, crecí unos centímetros y, bueno, ya sabes, todas las indicaciones típicas para una correcta postura… ¡Buah! Mi espalda gritaba dándome las gracias, y yo la verdad que conseguía introducirme mejor en la meditación.
Pero no es oro todo lo que reluce, porque claro, mi cuerpo no está acostumbrado a esa postura, y a medida que pasaban los minutos, me empezaba a doler todo, y claro, eso me despistaba…
Si por algo se dice que el objetivo de la asana es ayudar al yogui a estar cómodo en la postura de meditación.
Ha habido dos días que si me fijase solo en ellos, ahora mismo abandonaba el reto, así de claro.
Uno de los días me domino la procastinación. Estaba yo a mis cosas, disfrutando ese momento de soledad para trabajar en mis proyectos y avanzar todo lo que pudiese. Mi cabeza me decía: «señora, tienes que meditar, que como se despierten los niños luego no vas a poder» (Mis hijos se despiertan mucho por las noches, siempre voy a contrarreloj). Pero, mi demonio interior decía «anda, un poco más y luego medito…» Luego medito, luego medito… Total, que cuando me puse a meditar era la 1 de la madrugada.
En mala postura me puse a ello y, ¿Qué pasó? Me dormí. Gracias a que uno de los niños, o los dos, se despertó, y fui a socorrerle. Una vez dormido, yo también me fui a la cama y me volví a poner la meditación. Un segundo más tarde caí rendida, hasta el siguiente llanto de bebé.
Total, que ese día meditar cero.
Al día siguiente, después de una de mis reprimiendas por lo ocurrido el día anterior, decidí meditar antes, pero (error) desde la cama. Estaba muy cansada, pero mi cabeza estuvo todo el rato diciendo «no te duermas, no te duermas«. Total, que fue una ardua lucha por no quedarme dormida, y no sé si a eso se le podría llamar meditar.
Decidí dejarme el último día de la semana del reto en blanco para meditar yo solita, sin guía, y ver lo que era capaz de hacer o cómo reaccionaba. Además, así podía aplicar lo aprendido durante las meditaciones de la semana.
Y la verdad, fue una gran decisión.
Esta semana era «fácil» porque solo tenía que auto guiarme ante la atención plena, para ello use la atención de los cinco sentidos (una de mis favoritas). Aguante 8 minutos, que me parece todo un récord para haberlo hecho yo solita sin guía. Y, la verdad, me ayudo bastante esta meditación, ya que al estar guiándome a mi misma, no me venían tantos pensamientos a la cabeza como en otras ocasiones.
Como te dije, no era muy fan de la recompensa, pero si los que saben más que yo decían que funcionaba, ¿Quién era yo para no hacer caso?
Al cumplir la semana de meditación, admito que una parte de mi me dijo que pasará de la recompensa y siguiera. Pero no, esta vez quería hacer las cosas bien.
La primera recompensa era un desayuno en mi cafetería favorita. Lo cierto es que cuando la escribí, me lo imagine como un momento de relax para mi, tomándome un cafetito con su croissant mientras leía un libro y veía a la gente pasear por la calle con la vie en rose de fondo.
Todo muy idílico, ya tu sabes.
Obviamente no fue así. Esa recompensa coincidió con las vacaciones de mi hija, y aunque podía haber esperado una semana más para hacerlo sola, decidí que quería que me acompañase.
El resultado fue un desayuno de churros con chocolate, con una mesa llena de juguetes y una niña de casi 3 años cantando. Vamos, que relax no era.
En otro momento me hubiese enfadado por no cumplir con mis expectativas. Pero esta vez lo disfrute, me acomode al cambio y lo note como el examen final a esta semana de atención plena. Y es que, puedes practicar ésta hasta en los momentos más estresantes.
Es cierto que al ser la primera semana del reto estoy yo muy motivada con ello, supongo que a medida que pasen las semanas esto irá descendiendo. Aún así, no ha sido fácil. Ha habido días que me ha costado ponerme a ello, meditaciones que me han gustado más y algunas que bueno, no hemos conectado.
Lo bueno es que de esta semana ya me llevo aprendizajes.
Aunque todas las meditaciones estaban pre seleccionadas, es verdad que a la hora de hacerlas ha habido algunas con las que he conectado más que con otras. Por ello, por si te sirven, aquí te dejo aquellas que me han gustado más:
Pasada la primera semana del reto, ahora empieza el juego: la motivación baja, la procastinación, los resultados no llegan tan rápido como esperamos… Vamos, las etapas típicas de cualquier objetivo. Además, ahora también se suman más minutos a mi meditación… ¡Que miedo!
Pero, ¡Vamos a ello!